25 de mayo de 2016

Espiral

Era imperativo que los niños no llegaran al ventanal, estaban jugueteando al pie de la escalera, en la tierra. La casa era de madera con terraza hacia alguna parte, tras el ventanal se veía la luz encendida, era más que seguro que alguien deambulaba en el comedor. De todas formas, ¿qué hacían ahí esos niños en mitad de la noche?, eso lo pienso ahora en retrospectiva, ya que en ese momento sólo pensaba en mi misión. Entonces echo a correr y quiero hacer sonidos para ahuyentarlos, pero sólo salen chillidos molestos luego transformados en gritos de furia que finalmente logran su cometido. Lo que toca es subir, subir esas escaleras, no evite en vano que esos pequeños lo hicieran antes, era demasiado peligroso, ellos no podían saber lo que encontrarían allí, yo sí. Estos peldaños se ven tan sencillos de recorrer, no es fácil con esta sensación de terror, no es fácil, pero a la vez hay una fuerza que me obliga, que me empuja a ese ventanal. Quizá lo sabía, lo sentía muy en el fondo, y sólo necesitaba comprobar, sólo unos metros más y veré tras las cortinas, ya estoy muy cerca... Pegada al vidrio y no reacciono, me quedo quieta, y entonces lo sé, sé lo que hay dentro, o más bien quién es el que está ahí... Soy yo.
Entonces desperté, algo afectada, sobresaltada, sin poder evitar pensar que alguien me observaba... Pero como saberlo, si no se asoma a la ventana.


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